Nadie dijo que enamorarse, fuera fácil. No todo es felicidad. Quieres a una persona, pero no por ello vas a estar sonriendo todo el tiempo. El amor es bonito, pero también tiene sus contras.. contras, que han sido capaces de crear guerras sangrientas o asesinos en potencia. Amar, es estar vivo. Pero también es morir un poco cada día. Mueres, cuando hay distancia de por medio, cuando el echar de menos se queda corto, cuando no os podeis entender, cuando los celos os consumen, cuando las peleas se hacen insostenibles, cuando sólo hay dudas, cuando parece que nada tiene solución, cuando desconfías, cuando no os respetais, cuando no hay pasión. Pero a pesar de que en una relación, las lágrimas sean inevitables, hay cosas que aunque pasen mil años, siempre seguirán vivas en nuestra memoria y en nuestra piel. Pequeñas cosas, que te hacen dar las gracias al destino, por haber puesto en tu camino a alguien tan maravilloso. El amor no es soñar un mundo de color de rosa, es aprender a vivir compartiendo lo que tienes. Ya no eres una sóla persona. Ya no controlas lo que sientes. Ya no eres dueña de tus actos. Ya no es la Tierra quien te sostiene. Comprendes, que a pesar de que seas la única dueña de tu vida, ya no mandas en ella. Hay algo que prevalece, él. Ya no te importa que puedas sufrir o pasarlo mal. Lo que te importa, es que a él no le pase nada malo. Tu seguridad, es la suya. Tu bienestar es el suyo. Tu felicidad, es la suya. Por eso, prefiero vivir un minuto de amor en sus ojos inmersa en una vida llena de dudas, que vivir vacía en un universo hueco sin haber conocido ni experimentado la sensación de sentirte amada. Una caricia. Un beso en la frente. Una mirada profunda. Una media sonrisa. Una mueca de afecto. Una palabra de cariño. Pequeñas cosas que sin quererlo, construyen los cimientos de aquello que creo, lo más importante en el mundo.. el amor.
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